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Cómo educar con disciplina asertiva a nuestros hijos

Cómo educar con disciplina asertiva a nuestros hijos

Boletin N° 3

En la actualidad, la educación comprende no solamente la adquisición de hábitos de trabajo académico y de los conocimientos básicos para poder acceder a la universidad, también, incluye elementos de orden formativo como la disciplina y la adquisición de buenos hábitos; es decir, la educación, además del ámbito intelectual, orienta sus esfuerzos a la formación de la personalidad del individuo.

Ahora bien, el tema de la disciplina juega un papel trascendental en la vida de todo ser humano y en la estructuración de su personalidad. Formar a un individuo con la exigencia contemporánea de hacer de él un ser integral, presupone necesariamente formarlo con unas sanas y sólidas bases de una Disciplina Asertiva, que es justamente todo lo opuesto a un régimen disciplinario basado en el autoritarismo, la intimidación, el castigo o el miedo a la autoridad

¿Cómo formar hijos y estudiantes responsables?

El doctor Alexander Lyford-Pike, destacado médico psiquiatra, en su libro “Ternura y Firmeza con los Hijos”, nos da una acertada respuesta a este interrogante, que con toda seguridad ronda en la cabeza, y en el corazón –por qué no decirlo– de todo padre y de todo educador. El autor dice que hay dos palabras claves para los padres cuando educan a sus hijos: comprensión y firmeza.

La comprensión exige, además del vínculo natural de cariño, el seguimiento coherente y constante de los problemas que enfrenta un niño y que suelen traducirse en mal comportamiento. La reacción espasmódica e irreflexiva de un padre ante una conducta inadecuada de un hijo es ineficaz en el mejor de los casos y puede llegar a ser perjudicial.

En cambio, es necesario comprender que la desobediencia, el enojo y la rebeldía forman parte de una personalidad infantil en formación. Su corrección es responsabilidad de los padres junto con los educadores en los centros de enseñanza, excepto en los casos de perturbaciones de nivel patológico que requieren asistencia profesional especializada.

Los padres deben tratar de entender por qué un hijo se porta mal y ayudarlo a corregir su conducta a través de pasos coherentes y consecutivos, que incluyen la persuasión, la advertencia, las vías no violentas de castigo y las formas de premiar, que alienten al niño a perseverar en la buena senda.

El complemento fundamental de este comprensivo seguimiento constante es la firmeza en su aplicación. Sin este ingrediente básico desaparecerá la utilidad del plan de la Educación con Personalidad.

Firmeza significa ejercer la autoridad paterna sin interrupción ni claudicaciones. Un padre que cede por lástima o desaliento al ver que su hijo no actúa o reacciona en la forma requerida, pese a una medida correctiva, fracasará en su responsabilidad educativa. Cuando una medida no surte el efecto buscado se recurre a la siguiente, de acuerdo con los pasos que hemos detallado. De lo contrario, la vacilación o el desánimo paterno se transmite al hijo, induciéndolo al desconcierto o a profundizar sus conductas impropias.

De la combinación permanente y ordenada de comprensión cariñosa y firmeza correctiva por parte de los padres, dependerá que el plan de Educación con Personalidad se convierta en un instrumento útil para criar hijos responsables y con una personalidad sana.

La Educación con Personalidad bien aplicada transmite a los hijos el mensaje de que los padres se preocupan por su bienestar actual y futuro y que todo lo que hacen, aun lo que a los niños no les gusta, es por su bien.

Esto ayuda a los hijos pequeños a desarrollar el control de sus emociones y a aplicar cada vez más el razonamiento en sus actos. El niño orientado en este camino se dirige a una adolescencia equilibrada y a una adultez madura. La niñez bien orientada por los padres es el primer gran paso en la búsqueda de la felicidad a lo largo de la vida. La felicidad está determinada por un buen manejo de las necesidades y la abundancia de cariño, sabiendo discriminar lo imprescindible de lo superfluo.

El éxito de esta búsqueda depende de que cada persona sea orientada desde sus primeros años al máximo aprovechamiento de sus cualidades buenas y a desechar el desorden que se da por una voluntad que también tiende al egoísmo y a una inteligencia que se queda en la superficie.

Para reflexionar

El exceso de consentimiento con los hijos, la aceptación de excusas en forma reiterada o el otorgamiento de perdones concedidos por lástima con el infractor de una norma o por desaliento al ver que no quiere corregirse, son actitudes paternas que pueden resultar deformantes para el niño y alterar su proceso formativo.

Definición

Los modelos de conducta pueden ser sujetos de admiración y de emulación. A través de sus cualidades personales y logros, pueden inspirar a otros a esforzarse y desarrollar sin la instrucción directa. Debido a su presencia regular y la interacción con sus hijos, los padres pueden servir como modelos de conducta consistentes y de evolución para estos.

Public Broadcasting System señala que los padres pueden ser modelos para el aprendizaje, mediante la integración de lo que los niños en edad escolar ya han aprendido en la vida diaria.

Mediante diversas vivencias e investigaciones que he realizado en instituciones educativas y en familias, he podido observar que las buenas costumbres se convierten en bueno hábitos, luego en virtudes y valores humanos. Las malas costumbres se convierten en malos hábitos, luego en vicios y adicciones tóxicas o en estados de agresividad o violencia continua.

Una buena rutina en las cosas importantes produce una excelente costumbre, que se traduce en un buen hábito y pasa a convertirse en una virtud. Esa cadena empieza con los abuelos, se afianza con los padres y se queda grabada para siempre.

La educación de los hijos empieza con la de los abuelos. Algunos padres no aceptan, bajo ningún concepto, que alguien les comente las malas costumbres que están inculcando a sus hijos, ni explicándoles que esas malas costumbres se convertirán en malos hábitos….

“Todo ser humano tiene que saber las consecuencias finales de sus actos y atenerse a ellas”.

Entonces, quiere decir que todo individuo desde la más temprana edad tiene que aprender a conocer las consecuencias finales de sus actos y atenerse a ellas; por ejemplo, un estudiante debe saber que:

  1. Si por negligencia no cumple sus deberes escolares, quizás la consecuencia de esta conducta sea que el colegio lo cite un sábado para que haga sus tareas o que en la casa sus padres lo limiten a ciertas horas de televisión o computador.
  2. Si se pelea con un compañero y se agreden físicamente, es probable que como consecuencia de este indebido acto sea suspendido del colegio, que sufra una fuerte lesión en su cuerpo y por ende tampoco pueda asistir al paseo familiar que tanto desea hacer con sus padres y primos.

La mejor conclusión que debe asimilar, tanto el hijo como el padre y el educador, es la que se resume en esta sabia frase: “No hay castigos, solamente consecuencias”.

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